→ Dardos de temor: Tienes buena razones para tener miedo ahora y siempre.
→ Dardos de lujuria: Tus necesidades deben de ser satisfechas, no importa cómo lo logres.
→ Dardos de duda: No puedes creer que Dios siempre está al control y obrará en tu necesidad.
→ Dardos de soledad: Otra vez sólo, esa es tu realidad.
→ Dardos de celos: No te están dando la atención que te mereces y pareciera que álguien más la está recibiendo.
→ Dardos de rechazo: Definitivamente naciste para ser rechazado y para que te hagan a un lado.
→ Dardos de culpa: Deberías de sentir culpa por ese pecado que cometiste, que vergüenza.
→ Dardos de ambición o codicia: Tu deberías tener eso, te lo mereces, en realidad lo necesitas.
→ Dardos de falta de perdón: Nunca podrás perdonar ese pecado y además, ¿de que te serviría?.
→ Dardos de enojo: Otra vez te hirieron y lastimaron y tienes derecho a enojarte.
→ Dardos de desánimo: Nunca vas a poder lograr tener lo que deseas y ser quién quieres ser.
→ Dardos de orgullo: Estás por encima de todo eso, quién dijo que tienes que rebajarte o acomodarte a las debilidades de otros.
Este es una pequeña ilustración del bombardeo a nivel pensamientos que produce nuestro enemigo en nosotros. El asunto aquí es no permitir que esta clase de basura contamine nuestras mentes. Pero, ¿cuál es el antídoto? La Palabra nos dice exactamente lo que debemos de hacer: 2 Corintios 10:3-6. 3Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; 4porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 6y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.
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