Las palabras producen nuestros pensamientos.
Nuestros pensamientos producen sentimientos y emociones.
Nuestros sentimientos y emociones producen decisiones.
Nuestras decisiones producen acciones.
Nuestras acciones producen hábitos.
Nuestros hábitos producen nuestro carácter.
Nuestro carácter es el que nos conduce a destino.
Ahora vale la pena que Usted, querido lector, se haga la siguiente pregunta: ¿Está Usted a gusto con su destino hoy? ¿Está conforme? ¿Esperaba otra cosa? ¿Se visualizaba en otro lugar? Si su respuesta, en alguna de las opciones es un NO, entonces le invito a que haga el siguiente ejercicio:
Al no estar de acuerdo en lo que Usted tiene hoy, es decir, su destino, entonces debe de analizar su carácter pues es el único responsable de lo que Usted acaba de descubrir. Al hacerlo se dará cuenta que si su carácter no es el que Usted quiere, debe entonces revisar los hábitos presentes en su vida ya que son ellos los responsables del carácter que Usted tiene. Si sus hábitos no son los mejores, entonces tendrá que revisar que clase de acciones son recurrentes en su vida y que han dado origen a esos hábitos. Si detecta que ha estado actuando equivocadamente es porque sus decisiones han estado igual de equivocadas producto de haberse dejado gobernar por sus emociones y sentimientos. Si termina concluyendo que ha sido victima de sus emociones, entonces le invito a que examine qué clase de palabras ha estado usted permitiéndose escuchar. ¿Ha permitido que otras personas se expresen de Usted de manera equivocada? ¿Ha estado en medio de conversaciones que en realidad no han sido para nada edificantes? ¿Qué clase de palabras salen de su boca? ¿Rabia; Odio; Rencor; Envidia; Murmuración; Juicio; Inconformidad; Insatisfacción?
Escrito está: 1 Corintios 15:33. 33No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.
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